Categorías
Novelas Victoriana Inglesa

Capítulo 4: Un romance en invierno

Lee sin registros ni condiciones en mi web

Rony miró a su tío, desconcertado. No comprendía su repentino enfado. Buscó las respuestas de sus dudas en los ojos celestes del teniente; pero solo se encontró con una capa de indignación y de desagrado. Su tío siempre había sido un hombre severo y algo cínico, pero protector de su familia y leal. Todos comprendían que la ausencia de su esposa lo había convertido en un hombre huraño, en un lobo solitario, pero no hasta ese punto. ¿Se podía saber a qué venía ese cambio de actitud?  

—¿Ha encontrado a Marc, tío? —indagó, poniéndose de pie. Al hacerlo, se dio cuenta de que era tan alto como él. ¡Caray! Siempre había visto al tío Edwin como a un hombre grande y corpulento. La perspectiva le cambio de repente. Y, seguramente, lo había hecho tiempo atrás. Pero no había reparado en ello hasta ese instante. 

—¡No cambies de tema, Rony! —lo reprendió y pasó a su habitación, cerrando la puerta tras de él. 

—¿He hecho algo que lo haya disgustado? 

—Te pedí que te quedaras a cargo de la seguridad de Mary y la encuentro en tu habitación —se ofuscó el viejo teniente. 

—Mary estaba hambrienta, tío —Señaló la bandeja de comida que todavía estaba sobre la alfombra—. Y en ningún lugar, mi prima, hubiera estado más segura que en mi habitación. ¿Cuál es el problema? 

El tío Edwin dejó ir un suspiro y suavizó su ira hasta adoptar una actitud casi paternal con él. —Rony, te estimo como a un hijo y sé que quieres mucho a Mary. No, me retracto. Sé que ambos estáis muy unidos y que habéis crecido juntos, pero debes comprender que las cosas han cambiado. 

Le costó unos segundos comprender las palabras de su tío. Y, al hacerlo, se ofendió de inmediato. —¿Me cree capaz de ver a Mary con otros ojos que no sean los de un hermano? 

—No sois hermanos. 

—¡Somos primos! Siempre nos hemos tratado con confianza y jamás nos han llamado la atención, ni usted ni mis padres —Se llevó una mano a la cabeza—. ¿Cómo puede pensar que he traído a Mary aquí para…? No hemos hecho nada malo.

—No era la actitud adecuada para el futuro Marqués de Salisbury. Y, por descontado, no lo era para una dama en edad casadera como lo es Mary. Ya no sois unos niños. Si de verdad quieres a tu prima, te alejarás de ella y te comportarás como es debido en su presencia. Estamos valorando a dos pretendientes que pueden hacerla muy feliz y no quiero malos entendidos. 

Rony se sintió impotente. Una ira descontrolada lo embargó sin saber muy bien el motivo. Lo único que tenía claro era que el tío Edwin lo estaba, prácticamente, insultando. ¡Jamás tocaría a Mary con oscuras intenciones! ¡Ni la miraría de manera lasciva! ¡Por Dios! ¡Si la consideraba su hermana! 

—¿A un vizconde y al hermano de un Duque? —ironizó—. Podría enumerarle los motivos por los que ambos pretendientes son un fiasco para Mary. 

—Ni siquiera los conoces. 

—Mary merece algo más que un matrimonio por conveniencia. 

—Veo que estás muy interesado en el porvenir de mi hija. 

—Su hija es mi prima, tío. Y, como tal, tengo algunos derechos sobre ella. 

—No tienes ningún derecho sobre ella, Rony. Prométeme que te alejarás. 

—No voy a prometer tal cosa —osó rebelarse con un dolor en el pecho—. Porque no estoy haciendo nada malo al querer a alguien de mi propia familia. 

—No seas irrespetuoso, jovencito. Puede que hayas alcanzado la altura de los dinteles, pero sigues siendo un niño a mis ojos. Vas a tratar a Mary como a una dama y no se hable más. ¿Lo has comprendido? 

Rony miró hacia otro lado y luego bajó la cabeza. No quería discutir con ese hombre al que tanto apreciaba y admiraba. Desde pequeño, su tío había sido un referente, un modelo a seguir. Y conservaba muy buenos recuerdos de su persona y de su relación con él. 

—Lo comprendo —accedió al fin, mirándolo directamente a los ojos—. Pero me duele por Mary, porque sé que ella necesita mi compañía. Está sola. Apenas ríe. Yo soy el único que…

—No está sola.

—¿Cree que la compañía de la vieja señorita Murray es suficiente para ella? —ironizó y apretó los labios, reteniendo sus palabras en la garganta—. No quiero seguir discutiendo con usted, tío —Le hizo una venia por respeto al cargo que ostentaba el Duque y luego esperó en silencio a que este se retirara. 

Cuando el lobo solitario lo dejó solo con sus pensamientos, se sintió confundido e irritado por partes iguales. ¿Era real lo que acababa de suceder? ¿Aquella joven con la que había crecido de pronto le era prohibida? ¡Por Dios! Pero si habían dormido juntos en la misma cama cuando eran pequeños y hasta incluso se habían bañado en el lago en paños menores. ¡¿A qué venía esa repentina norma estúpida y sinsentido?!

Negó con la cabeza y se tumbó en la cama con la mirada clavada en el techo. Mary había cambiado mucho desde que eran unos niños, eso era cierto. Su cuerpo se había desarrollado como el de una mujer. Incluso su voz había adquirido un matiz maduro que antes no tenía. Miró hacia la chimenea y la recordó sentada en la alfombra azul. Con la bata blanca anudada en su cintura. El recuerdo le trajo a coalición una imagen que había obviado: la de las curvas de Mary debajo del algodón. Sí, sin duda, esa imagen hubiera alentado al más sosegado de los hombres. Pero él se negaba a verla o pensarla de ese modo. ¡Sería muy ruin por su parte y como hombre!

Sacudió esas ideas de su mente y decidió dormir. Mañana partiría a Carlisle, apenas quedaban unas horas de camino hasta allí y estaba decidido a hacerlo a lomos de su semental. Un caballo regio escocés, de patas anchas y entrenado para sobrevivir a las más crudas tempestades. No pensaba quedarse en esa hospedería de montaña con la estúpida norma de no poder acercarse a Mary. Si su tío estaba de mal humor, prefería irse. Ya lo recibiría de nuevo en casa, cuando los ánimos se hubieran calmado. ¡Qué ofensa!

Mary Seymour se quedó quieta y de pie en su alcoba, a la espera de su padre y de sus explicaciones. ¡La había humillado! Sabía que le debía respeto y obediencia a ese hombre que la había criado con paciencia y amor. ¡Era su padre! Un duque, un teniente. Pero así como sabía que le debía respeto, también se conocía a sí misma. Y no iba a descansar hasta conocer los motivos por los que había sido gritada y tratada con tan poca deferencia frente a otras personas. Claro que Rony no entraba en la categoría de «otras personas.» Quizás por eso sentía más humillada. 

¡Era su primo! ¿Qué había pensado su padre sobre ella? ¿La creía capaz de…? ¡Qué vergüenza más espantosa!

—Miladi —oyó la voz de la señorita Murray a su lado—. Será mejor que duerma. Han sido muchas emociones en un día y hablar con su padre no le hará ningún bien. Comprenda que el Duque ha pasado horas en la nieve y que su humor no era el mejor cuando la encontró en la habitación de Rony. 

—Mi padre debió alegrarse por mí cuando me vio riendo con alguien de mi edad. Parece que quiere que me marchite entre ancianos solteros y viudos —dijo con frialdad, a sabiendas de que sus palabras habían sonado déspotas hacia su vieja doncella—. Siento lo que he dicho, señorita Murray —La miró arrepentida. 

—No lo sienta. Conozco bien su temperamento porque lo viví con su madre cuando yo era mucho más joven y usted ni siquiera había nacido. Así que, miladi, no se preocupe por mí. Sé que soy una vieja y que usted apenas está descubriendo el mundo. La comprendo, quiere salir y divertirse. Liberarse de las imposiciones sociales de Londres… Pero su cercanía con su primo no es correcta, ya se lo dije. 

—Mary —oyó la voz grave y profunda de su padre, que había entrado en la habitación sin llamar. Lo miró con temple y cerrando su alma con un candado de siete llaves. Sus ojos fueron dos círculos azules sin sentimientos ni emociones. 

—Padre —contestó con voz impasible, sin tono. 

—Cuando adquieres esta actitud me recuerdas mucho a tu difunta madre —La miró con admiración y Mary se dio cuenta de que el enfado del teniente se evaporaba. Ella siempre había sido la debilidad de su padre, lo sabía. Ella era la única que había adquirido el aspecto físico y la personalidad de su difunta esposa. Su hermana menor había heredado todos los rasgos del lobo solitario. 

—Señorita Murray, ¿puede dejarnos? 

—Ahora te preocupas por las apariencias —le recriminó después de que la doncella saliera—. Padre: quiero que sepas, primero de todo, que te respeto y te tengo en alta estima. Pero tu reacción en la habitación de Rony ha sido humillante. No quiero ni pensar en cómo se ha sentido mi primo. Ni quiero detallarte cómo me he sentido yo. Creo, firmemente, que esos no son los modales de un Duque.

—¡Vaya! Recibiendo una reprimenda de mi propia hija. ¿Y cuáles son los modales de una dama de tu posición? ¿Puedes recordármelos, Mary? 

—¡No estaba haciendo nada malo! —se excusó, indignada. 

—Hoy no hacías nada malo, pero mañana podrías estar haciéndolo. 

—¡¿Qué insinúas, padre?! —exclamó en un tono agudo, incapaz de seguir siendo una figurita de hielo ante la acusación. 

—Insinúo que deberás poner distancia entre tú y tu primo. No es adecuado que os mostréis tan cercanos ni que os toquéis del modo en el que lo estabais haciendo. 

Se negó a sonrojarse por si acaso eso le daba la razón a su padre. —Es como un hermano —consiguió explicarse, volviendo a modular el tono de su voz con la espalda erguida. 

—Y, como le he dicho a él: no sois hermanos. 

—¿Has hablado de este tema con él? —se horrorizó—. ¿Cómo has podido hacerlo? ¿Qué va a pensar de mí? 

—Pensará que ya no eres una niña y que debe respetarte como a la dama en que te has convertido. 

—Tus acusaciones, además de ser completamente falsas, son muy ofensivas. No sé cómo puedes pensar que él o que yo…¡No puedo ni decirlo!

—No os estoy acusando, solo os estoy protegiendo. 

Mary soltó el aire de sus pulmones lentamente y bajó un poco la cabeza, triste. —Llevas protegiéndome mucho tiempo, padre. No has favorecido a ninguno de mis pretendientes en tres temporadas. Mi hermana menor ya se ha casado. ¡Antes que yo! ¿Sabes qué vergonzoso es eso?

—¿Te sientes sola? —le preguntó de repente su padre y le extrañó la pregunta. El duque no era dado a esa clase de percepciones. 

—No —mintió por temor a hacerle daño. Sabía cuánto se esforzaba él por ser una buena compañía para ella. 

—¿Sabes qué, Mary? Vamos a bajar ahora mismo y nos sentaremos en una mesa para comer lo que nos apetezca. La posadera ha reservado un lugar especial para el Duque. 

—No tengo nada que ponerme, padre. 

—Bajarás con mi capa —El teniente se sacó su capa negra y se la pasó por encima de los hombros, tapándola bien desde el cuello hasta los pies. Fue entonces cuando reparó en que las botas de su padre todavía estaban mojadas. 

—¿Y Marc? ¿Lo habéis encontrado?

—Lo hemos encontrado inconsciente en un lado del camino. Suponemos que los caballos se lo pusieron difícil y que el frío y la nieve no le permitieron avanzar. Ahora está en su habitación y está consciente. Ya he pedido a la posadera que se encargue de su chimenea y de llevarle un té bien caliente. 

—¡Qué susto! ¡Gracias a Dios que saliste en su búsqueda! Debes estar hambriento —se preocupó por él, olvidándose del asunto de Rony por unos segundos—. Vayamos a esa mesa. Aunque si sigo así, voy a ser la única huésped que saldrá de aquí con más peso. 

—Nos quedan algunos días por delante, así que aprovecha ahora. Los dueños de la hospedería no podrán seguir ofreciendo estas delicias cada día. 

¡Unos días por delante! No podía imaginar cuán incómodos serían si no podía estar con Rony como siempre. Una punzada horrorosa de dolor le cruzó el corazón. No quería que nada cambiara entre ella y su primo. 

17 respuestas a «Capítulo 4: Un romance en invierno»

Senti el capitulo cortito pero muy bueno pero si quiero seguir leyendo mas y mas adoro tus historias las tengo todas cada una de ellas elevan mi imaginacion

Muchas gracias por otro capítulo, Mari!
Ya he compartido el vínculo con mis amigas que también leen tus historias.
Hasta el próximo capítulo.

Amo todas tus novelas y con esta vamos fuertes desde el principio, que gusto seguirte y poderte leer. Gracias por otro hermoso capítulo.

Lo peor es que nunca explicaron el origen de Ronie, no como paso con el primo de las Joyas de Norfolk y de ahi van a salir mil problemas… Las mentiras tienen patas cortas y lo barato sale muy caro (el no hablar para no crear inconvenientes)

GRACIAS POR EL CAP REINA DE LOS ASTROS 💜💜

PUES COMO ES JOVEN ELLA PIENSA QUE ESTA BIEN PERO COMO SIEMPRE LOS JÓVENES, NO PIENSAN IGUAL QUE LAS PERSONAS DE MÁS EDAD.

Los comentarios están cerrados.